lunes, 18 de noviembre de 2013

Experiencia Barrial. Experiencia COMUNIDAD



 Mi primer artículo de investigación periodística para santotomeladia.com.ar

En la tarde del martes santotomealdia.com acompañó a miembros de COMUNIDAD para registrar su trabajo en los barrios. Desde hace más de veinte años, en silencio y desde al anonimato, lejos de los discursos, el grupo COMUNIDAD (ONG) lucha en los barrios en procura de lograr la inclusión social y la generación de políticas públicas, poniendo en práctica su prédica: el trabajo comunitario en pos de concientizar para lograr una transformación social.  


Hace calor. Las lluvias profusas que antecedieron por días al martes, dejaron suficiente humedad para que el sol de las cuatro de la tarde levantara del suelo un sudor tibio y pegajoso por el  que varios del grupo protestan, mientras se acercan a una casilla de chapa.
Saco el grabador de la cartera y el coordinador del grupo me advierte que tal vez no sea conveniente. Pregunto por qué. Para no exponer a la gente, me contesta. Después de un tire y afloje acordamos: grabo pero escribiré sin referencias concretas y sin nombres.
Saltando sobre el pasto donde el agua acumulada en charcos barrosos empieza a bullir de mosquitos, nos acercamos a una casilla donde una mujer joven, delgada hasta lo increíble, nos recibe en su “patio”, un terreno sin  demarcar que no puedo saber dónde empieza y dónde termina. De su mano se sostiene un niño, luego sabré que tiene siete años, digo que luego sabré porque no puedo calcular su edad. El niño no habla, y todo el tiempo busca el refugio de sentarse en el suelo -autismo vendrá a mi mente por la noche, después de repasar una y otra vez su comportamiento-. Los hombres del grupo llevan una herramienta para cortar chapa. Se paran frente a la casilla, una pieza rectangular de tres por cinco, íntegramente de chapa, relumbrando bajo el sol.
No hacemos este tipo de cosas, me dice el coordinador, pero este es un caso especial, el de M., es un caso especial, por eso de vez en cuando venimos y ayudamos un poco.
Uno de los jóvenes del grupo entrega una caja con alimentos no perecederos, una pequeña caja de cartón de la que sobresale un envase de leche en polvo y otro de cacao que, ni bien es advertido por otro de los niños, se convierte en un requerimiento inmediato para la madre. M. es madre de tres. El mayor está en la escuela.  
Los llamamos barrios como si la ciudad no estuviera repleta de barrios, no fuera un rompecabezas de barrios. Pero la palabra se reserva para algunos y se la usa a secas: barrios. Se obvia el nombre, las referencias que los identifiquen y los destaquen o  mejor dicho los saquen a la luz para ser vistos por los ojos del resto de la ciudad.
Pienso en que no nombraré el barrio, que por extensión, no hay que describir, mostrar, fotografiar, que en parte es por pudor, y en parte para por preservar la dignidad y me pregunto: ¿qué indignidad puede haber en la pobreza? ¿qué indignidad puede haber en la ignorancia? y la única indignidad que me viene a la mente es la de los que dan la espalda. Entonces, ¿qué dignidad resguardamos? ¿la dignidad de los que les dan la espalda? ¿la dignidad de los que eligen no saber, o la de los que deciden cuando deciden y mientras deciden que ellos sean pobres? ¿decidimos todos con cada acción con cada voto que siga habiendo pobres?
El grupo COMUNIDAD no se identifica como partidario, pero en sus filas las convicciones políticas existen, son evidentes, están fuertemente ligadas a la vida de sus integrantes. Ser un militante ideológico  define una forma de vida.   
El coordinador sondea, pregunta sin preguntar, el niño -que es el que sospecho, necesita la silla de ruedas, silla de ruedas que es la que motiva la necesidad de la modificación en la arquitectura de la casilla, ya que el hueco que sirve de puerta no es suficientemente grande para dejar pasar la silla-, decía que el niño, que no habla, solo emite sonidos monocordes, se sienta sobre los restos quemados de la que fuera su casa y se va metiendo en la boca trocitos de carbón y los mastica.
La mujer habla y desliza preocupaciones o necesidades o velados pedidos puntuales.
El coordinador se aleja de quienes trabajan en retirar una lonja de chapa de todo lo largo de la casilla, despidiendo chispas,  un chirrido agudo y algunas quejas por las dificultades del trabajo.
No son pobres porque sí, me dice mientras estira un billete y una instrucción a uno de los jóvenes que sale hacia una ferretería, la más cercana, calculo rápidamente que está a unas veinte cuadras. También la parada del colectivo está a veinte cuadras. 
No quisiera que hablaras de la pobreza, me dice el coordinador, quisiera que hablaras de por qué son pobres. Acá estaría bueno poner unos árboles para atajar un poco el sol, me dice antes de que pueda preguntarle ¿y por qué son pobres?
Con M. colaboramos por su especial situación, me repite, me señala lo evidente, que no es la casilla ni el niño con cierta discapacidad sino la imposibilidad -no material, sino humana y personal- de M. de gestionar la salida o al menos la mejoría dentro de su situación.
COMUNIDAD llega al barrio con propuestas, las mismas tienen por finalidad generar acciones que en el mediano y largo plazo modifiquen la realidad del barrio.
Pero si no hay compromiso del sector público, si no se logra que los ciudadanos se interesen y se involucren para que ese interés convierta las acciones en políticas públicas, entonces, el poder de la acciones es bastante limitado, me dice uno de los miembros que camina tras de mí hacia una casa a un centenar de metros de la casilla.
La casa es de material, no tiene revoque. La puerta está abierta, la puerta es una boca que exhala un calor intenso que huele a pan. Se golpea las manos se pide permiso. Entramos.
No exhibas la pobreza me ha dicho el coordinar infinidad de veces desde el momento en que acepta mi compañía para esa tarde. No son pobres porque sí, me repite.
Grabador en mano, cámara en mano llegué esa tarde al lugar -y me avergüenza decirlo- con cierta disposición romántica. Conduje envuelta en una polvareda que me ocultaba los pozos de las calles, ocupada en la calle no alcé la vista hasta que llegué y un miembro del grupo me señaló que no existe el alumbrado público. Acá viven una quinientas familias me dijo.
No hay nada de romántico en la pobreza, no hay nada de bello en la pobreza, hay poco de digno en la pobreza.
K. es la dueña de casa y ha lanzado o se ha lanzado a un micro emprendimiento, consistente en elaborar productos de panadería.
Me duelen los brazos dice, lo repetirá varias veces, cada vez que un miembro del grupo se admire por la cantidad de bollos, panes, tortas negras, que esperan para entrar al horno o descansan sobre una mesa de madera, humeando, o esperando el corte donde el dulce de leche entrará empujado desde una manga.
¿Está todo vendido? Todo, P. se levanta y sale a vender después me ayuda con el horno y a esta hora, -son las cinco y media en la casa sin revoque, donde puedo ver o más bien percibir tras una corina un pasillo al que dan varias habitaciones, bajas, con sus respectivas puertas-cortinas, de donde viene la protesta incesante de una criatura-,  a esta hora sale a repartir, vendo trescientos pesos por día, vendo barato y amaso hasta que me duelen los brazos.
Uno de los jóvenes del grupo pide agua, ¿habrá?, por favor, dice y de la heladera emergen dos jarras de lata que pasan de mano en mano y de boca en boca.
K. conoce el barrio, sabe del barrio. Conocerlo, saberlo, entenderlo, la pone en el lugar que el grupo necesita para poder llegar, para poder hacer. El nuevo proyecto está relacionado con acercar a la gente a la lectura, la lectura como motor de desarrollo no solo personal sino como grupo social.
No hacemos asistencialismo. El coordinador me dirá luego: acompañamos, proponemos y vemos. El “no” es lo primero que aflora en los labios de K. Hay que ver ¿y los libros?, dice. Los tenemos, recibe por respuesta. La charla es lenta, las palabras las frases van y vienen entre silencios largos. Algo en el aire, en el ambiente, pesa sobre el grupo, sobre los habitantes de la casa, no sabré qué era, pero allí estaba aplastando, un habitante más de la casa.
Los chicos acá necesitan comprensión de textos, desliza K. mientras sus manos, hábiles y enormes,  deslizan el dulce dentro de los bollos. No lo habíamos pensado pero se puede hacer. Desde el arte, aporta alguien. Yo soy docente me dice K, puedo ayudar a planear. Hay que planear bien, seleccionar bien los libros. Entonces ¿lo hacemos? Lo planeamos el sábado a la tarde o el domingo que es el día que no trabajo, si es domingo mejor.
Hay acuerdo y en la mirada de K. eso que es más que cansancio, se diluye, muta en una luz. Soy docente me dice, nunca ejercí pero soy docente, lo que me gusta es la matemática, yo planeo la actividad pero no voy a leerles a los chicos. Tengo la cabeza con otra idea dice y mira al coordinador: me inscribí junto con mi hija en la facultad de ingeniería química.
La mayoría de los medios, no muestra la pobreza, o la muestra por la pobreza misma, yo no quiero que haya pobres, me dice el coordinador que se ha tentado y ha comprado unos bollos que va devorando por la calle y como un niño. 
No pregunto, no hace falta, los escucho hablar, hablarme. He apagado el grabador pero las palabras del coordinador me han quedado grabadas, como quien dice, a fuego: Fijate vos, (caminamos hasta dónde nos esperan los automóviles), fijate vos un ejemplo, K. paga el gas diez  veces más que vos -aunque no sea su intención, recibo ese “vos” como un golpe-, eso la hace pobre, no es que sea pobre porque sí.
Para comprar la harina a un buen precio lo hace en Santa Fe pagando unos cincuenta pesos el flete. Eso la hace pobre, no es que sea pobre porque sí.
Tiene que trabajar hasta que se le cansen los brazos porque no puede acceder a sistemas de financiación justos,  sí a intereses usurarios, para comprar una máquina. Eso la hace pobre, no es que sea pobre porque sí.
Desde COMUNIDAD decimos que no queremos hablar de la pobreza o de los pobres, queremos hablar de quién se queda con la riqueza, de por qué se distribuye tan mal lo que es de todos, de por qué votamos a los que permiten o hacen que todo siga igual. En COMUNIDAD hablamos de ciudadanos, no nos importa  sin son pobres o no, son ante todo ciudadanos. Desde hace más de veinte años lo venimos diciendo, quizás algunos, muy poquitos, lo entiendan o lo quieran entender, no importa la cantidad mientras sea la suficiente para que la semilla del cambio no desaparezca.
Alcanzo a un par de los jóvenes del grupo hasta “el centro”, y lo entrecomillo porque no hablo sólo del lugar físico, hablo también de la metáfora encerrada en la palabra.
Guardo el auto en la cochera, cambio los jeans por una bermuda y salgo. Salgo, salto al centro al agua corriente al gas de red, el cable, el Wi Fi, las cloacas y las bicicletas novísimas de la costanera, eso, extranjero, en los barrios.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Presentación ensayo Belgrano en Santo Tomé


Foto de la presentación del Instituto Belgraniano del Litoral, del que soy miembro denúmero, más precisamente del momento de caos creativo: La imaginaión despertada y orientada. Después de que Diego Reynoso, presidente del Insituto, presentó Belgrano en Santo Tomé y respondió preguntas de cómo había encontrado el documento en el que Belgrano nombra a Santo Tomé diciendo que en el Paso de Santo Tomé dejó su ejército a cargo del Coronel Balcarce, en espera de la artillería, les dije a los chicos que era 1 de octubre de 1810 y que todos éramos el ejército de Belgrano les tiré letra, les dije que podían ser el río, el algarrobo historico o el sable de Belgrano, que podían ser el cocinero de la tropa o el Coronel Balcarce, improvisamos diálogos y pensamientos y  después escribieron: una muestra de las producciones
"Yo soy el río Salado y sé que voy a ser cruzado por Belgrano. En este momento los estoy esperando, pero me entero de que no vendrán aún porque les faltan armas y no tendrán energías sin comer.
Ellos están descansando y platicando porque no saben que harán sin lo necesario, pero no me importa porque si espero con calma llegarán.
Al fin están aquí veo cómo está marchando la tropa. Ya me cruzarán será algo que recordaré siempre". Lucía Villalba 5to. D. Esc. Juan De Garay