La Novia
del río es una mujer que enamora con solo verla o escucharla u oler su cabello.
Se esconde en el río, en la niebla, en la isla.
Yo he visto sus huellas en el pasto y en la arena de la isla de allá que está junto al vado, la de los sapos. Dicen que si la ves, tus sueños se llenan para siempre con sus ojos y que podés sentir su boca en tus labios toda la noche. Dicen que te despertás con su olor en la piel. Que es el olor a esa miel que las camachuí hacen con el polen de las flores de los aromos, que es un olor salvaje, igual que ella.
—¿Vos la viste Javier?
—La
Novia no se deja ver por niños —contesta el Licho.
—¿Y
vos Licho? —Nico suelta los remos y se frota las manos —. Me parece que se me hizo
un callo.
—¡Pero
si remaste cinco minutos Nicolás! —le digo y agarro el otro remo.
La canoa
pesa cuando el río está picado. Remar con el río picado te curte las manos. Yo
quiero tener las manos como el abuelo del Licho. Las tiene cuadradas. La piel
es de lija.
Licho
intercambia lugares con Nico y me pide un remo. La canoa se hace liviana. Así
no se me van a curtir nunca las manos.
Dejá
que remo yo, le digo al Licho, que me contesta: No, se te van a hacer ampollas.
Quiero
ampollas porque así empiezan a curtirse las manos, pero no le digo nada.
—¿La
viste o no la viste a la novia Licho? —Nicolás tiene la boca llena otra vez. No
sé cómo puede comer tanto. Come todo el día sin parar.
—La
vi una vez —dice el Licho que ya tiene las manos curtidas.
—Entonces
soñás con ella todas las noches —Nicolás se inclina hacia adelante y acerca su
cara a la de Licho, muy cerca, como si fuera a decirle un secreto —. ¿¡Eh, eh!?
¿Soñás?
Licho
asiente, serio.
—¿Y
te besa?
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