LIJ,
LIJ por inclusión y Política cultural
Titulé estas
palabras, LIJ, LIJ por la inclusión y Política cultural, porque todas ellas son
preguntas que tuve que hacerme y responderme. ¿Qué entiendo por LIJ? ¿Qué
entiendo por LIJ por la inclusión? ¿Qué lugar ocupo políticamente dentro de la
Cultura? El lugar del escritor/ra, como yo lo entiendo y quiero practicarlo no
es un lugar inocente. Es un lugar de forcejeo. ¿Soy una escritora con
anteojeras; soy una escritora con pretensiones de educadora; soy una activista en
favor de ciertos derechos? La verdad es que soy una búsqueda, pero no una
búsqueda a merced del viento, sino una búsqueda que enarbola dos banderas: la
de la defensa de la Literatura como arte en sí misma, y la del respeto hacia el
Lector como ser libre, como individuo que lo último que necesita es un libro
que intente globalizarlo, y en el caso de las infancias, gestionarlo para el
futuro.
Todo lo que hacemos los escritores/ras: construir personajes,
mundos, situaciones, climas, conflictos y desenlaces, tiene por movilizar el corazón, porque si eso no ocurre el lector cierra el libro, se va.
Las niñas y los
niños están abiertos a esta experiencia emocional que ofrece la literatura: disfrutan de las aventuras y se alegran o sufren por los personajes. Persigo hacer literatura, no creo que
un infante sea un paciente o peor aún, un consumidor dócil que necesita ser
manejado, cuidado o preparado para ser útil (entiéndase productivo) cuando sea
mayor. Nuestra cultura demanda administrar las emociones y la literatura no
escapa a ser usada como herramienta para tal fin. Mis libros de LIJ, incluso
los de la colección por la inclusión, pretenden contar historias, mostrar las luces sin
esconder las sombras en la vida de mis
personajitos sin señalar lo supuestamente correcto o incorrecto y sobre todo sin que lo incorrecto sea ocultado bajo la alfombra. Un libro para las infancias es un juego dirigido al intelecto, a la imaginación, un lugar-tiempo para poner a encontrarse con los los sentimientos y también es una espacio para vivir una experiencia de descubrimiento de una estética. La que el autor pensó para su narrativa. Esto me lleva a La hamaca, que es por definición un libro álbum, no
un libro ilustrado. En un libro álbum la ilustración dice lo que no puede ser
dicho en palabras y esa emoción que produce, a diferencia de las palabras que
pasan por el filtro del intelecto, va directo al corazón, como la música.
Un libro,
incluso uno para niños, puede ser completado por el lector de mil formas
diferentes. No soy inocente. Mis libros están pensados para que eso ocurra,
pero de forma indirecta, entre renglones, al margen del hecho estético (que es
la literatura), de la aventura (que es la historia narrada). Lo que quiero y
busco es contar historias y contarlas bellamente. Hacer una literatura en
defensa de la literatura, que entretenga, y si es posible, extienda su vida
cuando el libro se cierra dejando en quien lee una emoción o una pregunta o una
inquietud o ganas de seguir leyendo libros.
No me pregunten
por qué escribo estos libros, no lo sé, tampoco sé si escribiré otro, lo que sé
es lo que ha pasado, que Valentino quedó en EE vegetativo y quise mostrar cómo
vive; que me encontré con las esculturas de El mundo de Amadeo de Cantarutti, supe que Amadeo era su hijo y que es autista,
pero lo supe antes que él me lo contara por las emociones que me generaban sus
esculturas, una conmoción que no podía explicar, y así nació “mi” Amadeo; que
un día vi a un niño con una pierna más corta que la otra mirar a otros jugar al
fútbol y ahí nomás se sentó a mi lado Nicolás, el personajito con su
discapacidad motriz de mi novelita Quinto
grado.
Desde la primera
vez que pisé un aula supe de niños y niñas que se sintieron identificados con
mis personajes porque tenían hermanos o amigos con discapacidad, y lo mejor: se
hicieron preguntas que me trasladaban y que yo no sabía contestar porque solo
soy una contadora de historias, así que juntos buscamos respuestas.
La misión que
deseo para mi LIJ por la inclusión es mostrar sin adoctrinar; que mis
lectorcitos y lectorcitas se hagan preguntas y salgan tras las respuestas; que miren
con otros ojos a su alrededor y vean a esos niños que viven de forma muy
diferente a como ellos, los neurotípicos y sin discapacidad, viven. Lo que ocurra después le pertenece a la vida,
no a la literatura.