domingo, 29 de septiembre de 2013

Así salió en el diario




 
En el día de ayer, viernes 27,  el Taller de lectura y escritura creativa del Centro de Jubilados y Pensionados de Santo Tomé participó en la Onceava Maratón Nacional de Lectura.


Foto: Lorenzo Borge y Ana María Torres en quinto grado.






Los integrantes del taller Palotes Literarios, participaron de la Onceava Maratón Nacional de Lectura organizada por la fundación Leer. Las lecturas se realizaron por la mañana y por la tarde en la Escuela Juan de Garay. Los integrantes del taller se prepararon para la ocasión, escribiendo cuentos y poemas acordes con la temática propuesta por la Fundación Leer para este año: héroes y heroínas. Los textos fueron leídos por los propios autores a los distintos cursos. La actividad requirió la participación de las docentes que previamente recibieron los trabajos y establecieron las edades para las cuales estaban dirigidos, seleccionando el material que les interesaba, que incluía, además del cuento o poema, una actividad sugerida para los niños.
Los trabajos abarcaron temáticas diversas, así como distintos géneros y abordaje de los mismos. Pata de palo, de Alberto Sgubin: un cuento de humor sobre piratas y corsarios;
La abuela de caperucita, de Anahí Mangiaterra: un cuento para los más chicos donde caperucita y la abuela comparten un asado con el lobo y el leñador es aleccionado sobre el peligro del uso de las armas; Vení que te cuento de Ana María Torres: una abuela,  una nieta y una pregunta ¿qué es ser un héroe hoy en día?
No faltaron los homenajes a los bomberos voluntarios con un poema de Lydia Nostas, a la primera maestra santotomesina por parte de Teresa Higa, a la indígena Anahí por Lorenzo Borge, al conscripto Bernardi por Jorge Sapis ni a los héroes anónimos de Mayo por Dionisio Nischea, entre otros trabajos.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Un poco


 Un poco de publicitad nunca viene mal.












http://santotomealdia.com.ar/noticias/val/79959/marianela-alegre-participo-del-cierre-del-encuentro-nacional-de-estudiantes-de-letras.html

lunes, 9 de septiembre de 2013

Exposición: Juan José Saer, el grito extraordinario



En el marco del IX Encuentro Nacional de estudiantes de letras (Santa Fe ENEL 2013) 



Vine a hablarles de Saer, pero no quiero que, simplemente, me escuchen; quiero que  interrumpan, que “me” y “se” desafíen, como lectores que son, que también soy. Así que los invito y les ruego que lo hagan, ya sea que lo conozcan por haberlo leído, tan solo de oídas o no tengan la menor idea de quién fue. Hablen porque de eso se trata, de hablar y de pensar, de imaginar y de intuir a un autor que merece ser navegado porque a Saer hay que nadarlo, bucearlo; hay que sumergirse en las aguas-Saer, aflorar de ellas y hacer la plancha, dejarse llevar por su corriente mansa para poder quedarse a disfrutar de su forma de narrar: lamerla, respirarla.   
Para darles el tiempo necesario para aflojarse y animarse, voy a repasar algunos datos necesarios.
Juan José Saer, argentino y santafesino. Como no quiero defraudar a los amantes de los números y las listas: un rango de tiempo, el que marcó su existencia física: 1937-2005. Su obra abarca cinco libros de cuentos, doce novelas, su poesía, recogida en El arte de narrar y tres libros de ensayos, uno de ellos El río sin orillas, con gran repercusión en la crítica. Una lista incompleta y al azar: Responso, Palo y Hueso, Lugar, La pesquisa, Las Nubes, El Limonero Real, La Vuelta completa, Nadie Nada Nunca, La ocasión -acá abro un  paréntesis, porque en general los amantes de los esas cosas que se pueden guardar en los cajones gustan de saber de premios y fechas y esta novela obtuvo el premio Nadal en 1986-, El entenado, Cicatrices, Unidad de lugar, Lugar, pos Morten La grande; podría seguir, pero todo está escrito, ordenado y fechado, en la solapa de cualquiera de sus libros y en Wikipedia.
Cuando, en los días posteriores a la invitación que me hizo Javier, andaba rumiando ideas sobre cómo abordar esta charla, una amiga me sugirió que les diera un pantallazo informándolos sobre la temática que Saer desarrollaba en sus novelas, para que ustedes, ingenuamente, llevados por la curiosidad del tema se acercaran al autor. Digo ingenuamente porque, sí, yo podría decir cosas como: El entenado es una novela histórica porque está basada en una historia real entendiendo por real lo que ha ocurrido, en el caso de El entenado, la historia de un grumete de la expedición de Solís que sobrevivió y fue retenido por los aborígenes durante diez años hasta que una nueva expedición lo rescató;  ciertamente no estaría mintiéndoles, pero, ¿estaría hablándoles de el tema de Saer en esa novela?, no estoy segura. Si tomando otra, por ejemplo La Pesquisa, les dijera, nuevamente sin faltar a la verdad, que es una novela policial porque de hecho un asesino serial mata viejecitas parisinas y finalmente después de una ardua investigación …no voy a develar la identidad del asesino pero les adelanto que no es portero. Nuevamente  ¿estaría hablando de Saer, de la temática de su obra? Una vez más podría seguir y decir por ejemplo que Las Nubes es una novela de aventuras ambientada a principios del 1800 donde un puñado de locos,  un par de psiquiatras -entonces llamados médicos del alma-, y otro de vaqueanos, emprenden un viaje hacia Buenos Aires enfrentándose a indios, una de nuestras tormentas salvajes de la llanura y también al fuego; pero, con honestidad, la pregunta vuelve como quien dice se me se instala porque como lectora de Saer, si bien  he disfrutado de la historia que narra cada novela suya, no he podido evitar notar que detrás o debajo lo que sostiene la historia es el hombre, el hombre como humanidad, el hombre como ser incompleto y también, imposible de completar o de completarse. El hombre como partícula inacabada. Para darles un ejemplo concreto voy a hablar de un cuento de su último libro de cuentos, Lugar (2000): Ligustros en flor. No voy a hablar o, lo voy a dejar a hablar a Saer a través de su personaje “Observé mis pies esa noche y me parecieron más misteriosos que el mundo entero […]” el que habla es un astronauta retirado y esa noche rememorará un viaje a la luna y lo que pensó en aquel momento mientras extraían muestras del suelo lunar “[…]Para qué ir tan lejos a develar misterios, si lo más cercano -yo mismo, por ejemplo- es igualmente enigmático. La yema de los dedos y la luna son igualmente misteriosos pero los cinco sentidos son más inexplicables que toda la totalidad de la materia ígnea, pétrea o gaseosa, de modo que excavar la luna, sondear el sol o visitar Saturno, como han dado en llamar caprichosamente a esos objetos sin nombre apropiado y sin razón de ser, no resolverá nada”
El personaje de Ligustros en flor sigue caminando y pensando que desde el espacio todo parecía un enigma indescifrable pero en esa noche piensa y cito “La vejez y lo que le sigue me ha dado cita  para uno de estos días en alguna de sus esquinas desiertas”, y refiriéndose a la luna, “[…] desde acá sigue siendo un enigma, pero un enigma familiar como el de mis pies, de los que no podría asegurar si existen o no, como el enigma del que haya plantas…”  De la misma forma que en este cuento, en cada cuento en cada novela y en sus poemas Saer va a colocar a cada uno de sus personajes –recurrentes, por cierto- ante “el vivir” ante esa pregunta sin respuesta, los va a colocar a través de historias, sí, historias planeadas argumentos que nos atraparán en mayor o menor medida según nuestros gustos personales.
Saer buscaba, y comprendió que todos buscamos, de diferente manera, con mayor o menor conciencia de que lo hacemos, pero buscamos. ¿Qué?, el amor, la felicidad –eso tan heterogéneo-, la satisfacción personal, la muerte; y eso hizo hacer a sus personajes, repito, recurrentes, y también a los otros, a los de Lugar por ejemplo, personajes dispersos por el  mundo, alejados geográficamente, solo geográficamente, de La Zona, la Zona Saer, esta zona que ustedes están pisando, la zona donde vivieron sus personajes inolvidables, los que todos conocemos, tan vívidos que, los santafesinos que andamos las calles que ellos anduvieron pensamos que en cualquier momento nos vamos a cruzar con alguno de ellos y de hecho lo hacemos, porque es bien sabido que varios de estos personajes fueron construidos partir de sus amigos, algunos de los cuales están vivos y son conocidos por todos nosotros los santafesinos seguidores de Saer. 
Desde las prostitutas y los asesinos de En la Zona, su primer libro de cuentos, hasta los personajes de Lugar, Saer se sostiene en una relación lógica entre su visión de la literatura y su decir como escritor -y para ejemplificarlo me remito a un cuento de aquella época, Solas, el cuento que le costó a Saer su trabajo en el diario, y cito “Lila dijo que estaba cansada, con ese tono entretenido con que suelen decirlo las mujeres mientras se distraen buscando algo que hacer, y después fue y se entretuvo mirándose en el espejo, de un costado primero, luego del otro, arrimando el rostro a la pulida y resplandeciente superficie, más tarde, levantándose el pelo sobre la nuca y dejándolo caer enseguida, irguiendo por sobre el vestido con las palmas de las manos sus abultados flácidos senos y mirando de perfil la silueta prominente y dócil; la otra fumaba sobre la cama, con un vestido claro, suelto, el antebrazo bajo la nuca en una posición varonil y los glaucos húmedos ojos fijos en la agrisada blancura del cielorraso”.
Se va a recostar nuevamente sobre la cama y cito
“La otra estaba seria y de pronto, tímidamente como si su mano fuera un pájaro, volando sin preocupaciones ni apuro, fue a posarse sobre las tristes mórbidas colinas. Lila  se estremeció como si debajo de su piel se hubieran desplazado infinitas, diminutas blandas esferitas blancuzcas.
—La carne —dijo, pensando no en el deseo, sino en la soledad y en la culpa y más en el fondo “No es eso” —. No —dijo —. No es esto”.
Como pueden ven Saer a través de su personaje afirma y en la afirmación hay una pregunta sin respuesta.
Lila se asusta, rechaza a su compañera; la otra intenta calmarla, la convence de que no ha pasado nada.
[…] Volvió a recostarse y continuó recuperando (en lo posible) su viejo, su polvoriento tiempo dilapidado, lleno de personas y voces, y lugares, consustanciado ya con el otro, con el irreversible, el impalpable, el silencioso y oscuro, el Tiempo”.
Retomando, decía, que para ejemplificar que desde los primeros cuentos tomando Solas como ejemplo y solo como ejemplo, es que podría ser cualquiera, pasando por lo que podríamos llamar el núcleo de su obra, sus novelas hasta la última, incompleta y me pregunto ¿incompleta?, y sus últimos cuentos entre ellos Ligustros en flor, la congruencia, la solidez con que Saer planteó su obra tanto en lo que podríamos llamar su temática primordial -el hombre, la mujer, esos misterios, esas preguntas con múltiples respuestas-, como en esa pregunta cuya respuesta buscó ¿qué es la literatura, cómo se llega a la literatura, cómo se hace literatura?, su percepción y búsqueda de la novela de su tiempo, de la forma de la novela o mejor dicho de la forma de la narrativa, de una narrativa, si quieren una narrativa Saer, les decía, que ya desde los primeros cuentos escritos cuando no contaba con muchos más años que ustedes ahora, él muestra y plantea una convicción sólida y una perseverancia que se sobrepuso a cuanto reto tuvo enfrente. Reto planteado por la búsqueda misma.
Cita a Saer. Diálogo. Centro de Publicaiones UNL, 1995; pagina 67.
Por qué les digo esto, porque Saer, ante todo fue un explorador, un aventurero. Habiendo creado un universo, un lugar, un conjunto de personajes, no se limitaría a contarnos, por decirlo rápido, sus aventuras y desventuras, sino que los insertaría una y otra vez en su búsqueda personal, la búsqueda de la forma de la novela. La construcción de un estilo.
El sentido del relato no es más que el relato de lo que se está constituyendo. Juan José Saer. Diálogo; página 63.
Y cito a Marlyn Contardi en su post-prólogo a Unidad de lugar de 1967 “Llama la atención que en el estilo de Juan José Saer, los rasgos por los cuales lo reconocemos …, ya se encuentran en sus primeros libros… . Entre esos rasgos se pueden señalar: una mirada entre curiosa, ávida, escéptica, penetrante y comprensiva, la exploración y el dominio del lenguaje, la gravedad, el humor, la ironía, la melancolía, pero, al hacerlo, solo señalaríamos los hilos como quien dice de la trama y no la trama misma, que no es la suma de los hilos, sino que va surgiendo de su entrecruzamiento, de la alternancia, de la dosificación de los colores y las texturas y de todo lo que ha quedado sin nombrar y que conforma el cuerpo vivo de la escritura.
Pasando en limpio hasta ahora:
-Personajes que vuelven una y otra vez bajo una concepción fragmentada es decir bajo una concepción que surge de la observación de la realidad. Nos conocemos por momentos por lugares por períodos así se conocen los personajes de Saer y así los conoceremos nosotros.
Cito a Tununa Mercado hablando de los personajes de La vuelta completa (-1939, escritora argentina en su post-prólogo a La vuelta completa aparecido en Zona de prólogos en 2011).
“…un grupo de personajes masculinos con diversos grados de complicidades y amistad, parece descansar en una nada que por serlo, resulta relevante: se trata de un “estar” juntos que ha perdido la noción de un hacer que pudo haber sido político en el pasado pero que no suscita otra acción que ir de un lado a otro buscando el otro especular y cómplice”
-Una zona, una zona geográfica no limitada a su geografía, una zona que puede ser cualquier zona pero es ésta, Santa Fe y alrededores y también Rincón. Una zona que Saer no eligió al azar ni por nostalgia. Saer se fue de la argentina a los treinta un años para volver por primera vez quince años después, de visita, y luego regresar a Francia donde murió. Es decir que la mayor parte de su obra fue escrita en Francia y sin embrago transcurre en argentina, en La Zona.
Para hablarles de la zona, voy a tomar algunas citas de El río sin orillas. Saer regresaba a la argentina después de quince años, el piloto, invita a los pasajeros a mirar por la ventanilla la confluencia entre el río Paraná y el río Uruguay para formar el Río de la Plata y cito “Era mi lugar: en él, muerte y delicia me eran inevitablemente propias. […] el placer melancólico, no exento de euforia  ni de cólera ni de amargura, que me daba su contemplación, era un estado específico, una correspondencia entre lo interno y lo exterior, que ningún otro lugar del mundo podía darme. […] Signo, modo o cicatriz, lo arrastro y lo arrastraré conmigo dondequiera que vaya”.
Más claro y simple imposible, sobra cualquier cosa que yo pueda agregar, excepto, tal vez, que al presentar su último libro, Saer, que en él se aparta en varios cuentos de sus personajes habituales y también de la zona, parece haber internalizado estos conceptos vertidos y de forma metafórica lo revela extendiendo la zona a cualquier lugar del mundo.
“la idea de que todos los acontecimientos suceden en un espacio, me parece que es una buena estrategia narrativa para ordenar una obra que  tiende a seer una obra no concluida” R. Piglia. Diálogo.


La búsqueda de una forma de narrar y de la novela

He titulado esta charla Juan José Saer, el grito extraordinario y lo primero que vino a mi mente después de escribirlo, es pensar que en este lugar, aquellos que lo haya leído, probablemente pensarán que no es con gritos sino con silencios que habla Saer en su narrativa. Silencios necesarios para la contemplación y la conocida detención, paralización del instante, sujetado y  fragmentado  para ser narrado y los otros silencios, los silencios interlineales, esos silencios ocultos que sostienen su obra como cimientos que soportan el edificio Saer, un edificio construido durante más de cuarenta años. Y tendrían razón, digo que ustedes tendrían razón en protestar contra mi título irreverente o tal vez malintencionado o tal vez tan solo título, artificio disparador de esto que espero se convierta en un ida y vuelta.
Y es ese silencio -auque esté representado y de hecho está representado con un grito en la vida de sus personajes- ese silencio del que fluyen las palabras, esa nada desde donde llega lo que Saer arroja en sus novelas insertas en un tiempo narrativo que intenta desarticular el tiempo real.
Saer era un gran observador, un observador atento minucioso y silencioso y su prosa es minuciosa morosa por momentos estática porque Saer toma el instante, lo detiene y lo fragmenta para narrarlo. Es un instante cargado de detalles casi invisibles por lo fugaz de la materia –aceptando la hipótesis de que un instante estuviese hecho de materia- que los contiene, materia que él desarticula deshace, desmembra, recrea y redefine a partir de la palabra. Digo redefine, no copia o representa.
Podríamos decir que Saer materializa el instante y lo hace a partir de palabras y ritmos, digo, materializa en otra dimensión que está dentro de una escritura que apunta a encontrar dentro de la palabra el silencio del que la palabra emerge:  la nada.
Vuelvo a citar a Tununa Mercado  
“Saer ejecuta una escritura, una escritura que se ejecuta sobre cada parcela de materia, motivo o circunstancia, como si no quisiera perder ninguna parcela de sus marcas con un afán voraz de conocimiento, y consecuentemente de poder de escritura no se trata de un dominio de la realidad o de lo real que habría que “representar” de  modo fidedigno para poder narrarlos, sino de una obstinación sobre la “letra” para poder separarlos de su instancia referencial  y escribirlos. La celada, que puede tener un “realismo” literario o un “objetivismo” al pretender calcar o copiar, es desbaratada por el acto que despliega en otro circuito la voluntar de querer trazar una historia …El balcón desde el que mira Saer tiene la perspectiva de alguien con la aptitud para percibir y transformar ….la … realidad: habrá diálogo, monólogo, desplazamientos en cámara lenta con diferentes ritmos en la morosidad de la captación, retratos de alma atormentada y desasimiento interior, estados catatónicos, en suma, que son la nada.  Una insistencia, demencial a veces, en la descripción”
Una insistencia demencial y poética. Saer sostiene su narrativa en la poesía.
“Yo intento combinar poesía y narración”. J. J. Saer. Diálogo.
Hasta aquí, algunas consideraciones sobre su prosa luminosa. Pero la prosa es solo una de las dos dimensiones que caracterizan la narrativa de Saer, la otra es la experimentación con la forma de la novela. Saer da a cada una de sus novelas una forma diferente. Elige para la historia un “dibujo” que van conformando los capítulos. Los círculos concéntricos de El Limonero Real, ese dibujo como el que hace una piedra cuando cae en el agua, en el agua del río, esa serie de círculos equidistantes uno de otros hasta el último, sutil casi invisible; los caminos sobre los que se asienta Cicatrices, líneas que aparentan un paralelismo que no tienen y que queda en evidencia en el punto en que se cruzan, las líneas, y las historias de cada uno de los personajes de esta novela, el punto (el hecho) de confluencia, que es un asesinato que podríamos llamar pasional; la aparente linealidad de la caminata de Glosa, una novela que desplazándose en el tiempo y en el espacio en forma recta esconde un desplazamiento hacia el futuro y un mirar hacia el pasado de la narración. Y en la cúspide de la experimentación nadie Nada Nunca con su mirar calidoscópico. Sergio Delgado (escritor, responsable de ordenar los cuadernos que Saer dejó a su muerte y de los que surgió Papeles de trabajo, publicado en 2012.), dice que NNN busca su interior a partir de la reiteración rítmica de los mismos fragmentos, dándole de esa forma una visión multidimensional al lector.
Ejemplifico o intento, al menos con estos dos párrafos de  Nadie Nada Nunca
I. No hay, al principio, nada. Nada. El río liso, dorado, sin una sola arruga, y detrás, baja, polvorienta, en pleno sol, su barranca cayendo suave, medio comida por el agua, la isla. El Gato se retira de la ventana, que queda vacía, y busca, de sobre las baldosas coloradas, los cigarrillos y los fósforos. Acuclillado enciende un cigarrillo, y, sin sacudirlo, entre el tumulto de humo de la primera bocanada, deja caer el fós­foro que, al tocar las baldosas, de un modo súbito, se apa­ga. Vuelve a acodarse en la ventana: ahora ve al Ladeado, montado precario en el bayo amarillo, con las piernas cru­zadas sobre el lomo para no mojarse los pantalones. El agua se arremolina contra el pecho del caballo. Va emergiendo, gradual, del agua, como con sacudones levísimos, disconti­nuos, hasta que las patas finas tocan la orilla.

II. No hay, al principio, nada. Nada. El río liso, dorado, sin una sola arruga, y detrás, baja, polvorienta, en pleno sol, su barranca cayendo suave, medio comida por el agua, la isla. Y al asomarme a la ventana, fumando, veo, en el medio del río, viniendo en dirección a la casa, al Ladeado, la cabeza hundida entre los hombros torcidos, sobre el bayo amari­llo. El chorro de humo que dejo escapar se disuelve despa­cio poniendo, entre el río soleado y yo, entre el jinete que avanza dejando atrás el centro del río y la ventana protegi­da por la sombra, una bruma grisácea, delgadísima, que no acaba nunca de disiparse. El bayo amarillo sale del agua, atraviesa la playa desierta, las patas finas enredadas en su propia sombra, y después de andar un trecho sobre la ex­tensión de pasto ralo y amarillento que separa la casa de la playa, se detiene a tres o cuatro metros de la ventana. El Ladeado me mira un momento sin hablar mientras el bayo amarillo sacude, despacio, la cabeza. Después saluda. Su tío Layo, dice, me pide que le guarde por unos días el bayo amarillo en el fondo de la casa”.
Qué más puedo decir. Nuevamente la cita a Saer en Diálogo: “El sentido del relato no es más que el relato de lo que se constituye”












Carlos Alberto Tomatis

No puedo no hablarles de su personaje estrella. Me refiero a Carlos Tomatis. Este personaje es considerado el alter ego de Saer. A él Saer le ha prestado ciertas características físicas suyas, también su pasión por la literatura y no solo su pasión, también su entrega y su búsqueda de la literatura.
Cito:
“A Tomatis lo único que parece interesarle seriamente es la literatura”. La cita pertenece al relato “Palo y hueso”, 1964 ¿Es esta una confesión hecha a sí mismo?
Tomatis comenzó siendo un “él”, siendo un pronombre personal, en el relato “Algo se aproxima” de “En la zona” allá en los `60. Comenzó a, como quien dice, vivir, reconocido por el propio Saer como uno más. Luego, alterando los planes de su creador se convirtió en el fantasma que lo sobrevive 
De los personajes que vuelven una y otra vez, Tomatis es el personaje  en el que Saer más ha trabajado la búsqueda del conocimiento de sí mismo. Es al que le ha prestado
fragmentos de su propia vida pero sobre todo parecería que le ha prestado sus dudas y su ansia de encuentro con la narrativa. El principal defecto de Tomatis es que es escritor,  palabras más o menos, es lo que en “Lo imborrable” dice Pancho sobre Tomatis y agrega una queja “cuando más lo necesitábamos el se encerraba a escribir cuentos y novelas”; y, Tomatis visto por otro de los personajes, el Matemático:
“Pero Carlitos es así. Es así…capaz de lo abyecto y de lo sublime. Que un muchcho como él pueda tener esos bajones es algo que se escapa”
Juan Carlos Mondragón –autor del prólogo de Lo imborrable, digo “de” la novela Lo Imborrable y no prólogo “a” Lo imborrable porque las novelas de Saer no tienen prólogos, los prólogos fueron escritos y publicados en 2011, en esa oportunidad reconocidos críticos y escritores fueron convocados para tal tarea-, les decía que Mondragón escribió el prólogo a la novela que protagoniza Tomatis, y allí aventura la hipótesis de que Tomatis se sabe un ser de ficción y de allí deriva su angustia.
Saer lo hunde a Tomatis en esa angustia para luego rescatarlo: “Lo Imborrable (1992)”
Debo ser modesto y recono­cer el trayecto cumplido sin triunfalismo: no ya en el último escalón de la especie humana, como en Navi­dad por ejemplo, o en enero y febrero en que, aparte de somníferos y tranquilizantes podía tomar cuatro o cinco litros de vino por día, y en que pasaba el tiempo entero de la vigilia sentado frente al televisor …; no, de ningún modo en el último ya,…, sino en el penúltimo Durante meses y meses estuve en el último: el agua negra barrosa me manchaba los zapatos, las medias, las botamangas del pantalón y un golpecito nomás, un soplo, me hubiese mandado al fondo”.
También se burla de él, convirtiéndolo en un bufón de sí mismo, en un filósofo de pacotilla, en un escritor frustrado lleno de proyectos que nunca concreta, en un mujeriego.
Sobre el final de la obra, en La Grande, Tomatis ha alcanzado cierto equilibrio emocional y en sus relaciones con lo que lo rodea, incluso con su infinitesimal lugar en el mundo. 
La grande –novela póstuma -2005-, queda inconclusa; pero no solo La grande, sino la continuidad de la obra queda inconclusa, por lo que el destino que Saer tenía pensado para  Tomatis, si es que tenía uno, será siempre un misterio.
Personalmente, quiero decir a mí, lo que me queda de Tomatis, ese otro Saer, es una frase que lo expone, lo materializa como alter ego del auto. Intentaré reproducirla lo más fielmente que me sea posible, es una frase que Tomatis dice cuando todavía él, Tomatis, (y también Saer), era un joven; la dice en el cuento Algo se aproxima-1960- y es una respuesta a una pregunta que le ha hecho Barco, parado junto a él en el puente colgante una mañana: ¿qué es para vos la novela? Esta frase que va a responder a esa pregunta es reproducida en La Grande -2005-, es jalada desde el pasado como recuerdo, no de quien la han dicho o escuchado, sino recuerdo de la hija de uno de ellos, Gabriela Barco -recuerdo de algo que alguna vez le contó su padre, que fue quien hizo la pregunta treinta años atrás –años narrativos y años reales, años para los personajes y también para Saer-. Es una frase, fundamental, a mi juicio porque aparece en el principio de la escritura Saer y luego se repite se reitera se afirma al aparecer en el final, junto a su íntimo y último aliento en su lecho de muerte y dice así: …y Carlitos, sin quitar la vista del agua que corría arremolinándose contra los pilares del puente le contestó: el movimiento continuo descompuesto.







La sensualidad, la sexualidad: ese  vacío

Barro cocido; Verde y Negro (ambos del libro Unidad de lugar -1967-), Solas (En la zona -1960-); Sombras sobre un vidrio esmerilado (Unidad de lugar -1966-), y viniéndonos a este siglo Bien común ( Lugar -2000-), estoy nombrando cuentos donde la sensualidad y la sexualidad se instalan como un hecho y también como un interrogante.
Y si me salgo de los cuentos y me instalo en novelas como La Ocasión -1986-; El entenado (1983); Cicatrices (1969); Las Nubes (1997), y mi preferida Nadie Nada Nunca (1980), si me salgo y me instalo en las novelas allí también la sensualidad, me olvidé de una me olvidé de La Grande (2005, póstuma e incompleta) cómo pude olvidarme de las caricias entre Nula y Diana, ese personaje al que le falta una mano. Si me salgo entonces de los cuentos y entro en las novelas me voy a encontrar con la sensualidad y la sexualidad con una sensualidad carente de romanticismos una sensualidad realista y una sexualidad descarnada, a veces cruel.
El acto sexual desprovisto de idealizaciones, de cualquier embellecimiento; descripto en forma realista, con un grado de detalle que llega a impacientar; una descripción desapasionada, sin rodeos, ni adornos; sin imágenes ni metáforas, todo eso que ponemos en el sexo -como humanos que somos- y que Saer al mostrárnoslo desprovisto de esa vestimenta, nos descubre, quiero decir que descubre ante  nuestros ojos y sentidos,  nos revela para que una vez más entremos en los interrogantes sin respuesta o de respuesta múltiple, empujándonos así al vacío, a un vacío que tarde o temprano, antes o después de descubrirlo en sus páginas, conoceremos.
Saer encontró la forma de entrar en la descripción evitando la pornografía, para entrar a partir de la descripción concienzuda, al vacío presente en el encuentro amoroso. Como buen artista él podía percibir -tal vez lo estudió no lo sé- pero supongamos que lo percibió, pudo, entonces, percibir el desencuentro en el encuentro amoroso físico y encontró en la descripción desapasionada la forma de reflejarlo en su literatura.
Por otro lado es innegable la capacidad para lograr la identificación, es innegable la agudeza de su intuición que traspasaba la percepción que podía tener desde su propio sexo para colocarse con aciertos extraordinarios en la mente femenina como queda expuesto en Sombras sobre un vidrio esmerilado, donde una mujer ve, a través de un vidrio esmerilado a su cuñado mientras se ducha y esto desata en ella una serie de pensamientos y sensaciones. Parafraseando a M. Contardi, Saer conjuga la complejidad de su escritura con un don de comunicación y yo agrego, de percepción.   

Para terminar les digo que resulta un placer difícil de trasmitir el andar infinitamente, como no puede ser de otra manera, por la obra de Saer, cuya forma –la de la obra completa-, yo diría que es la de la cinta de Moebius ese ocho retorcido y acostado que los matemáticos usan para designar infinito, encontrando siempre, aunque la recorra una y otra vez,  nuevas conexiones, nuevas caminos, que unen un primer cuento escrito a los veinte años con unas pocos párrafos escritos en su lecho de muerte. Y que, lo que más he disfrutado ha sido su prosa, lo que me ha elevado a veinte centímetros del piso, me ha paralizado el corazón y la respiración ha sido su prosa prodigiosa con reminiscencias de Faulkner pero ciertamente saeriana, con una aspereza varonil no exenta de belleza.



 

     





sábado, 7 de septiembre de 2013

Trabajando



Próximo libro: Las Aventuras De Valentino, un libro para los más chiquitos. Ilustraciones de Gastón Zuñiga.

fragmento de La Selva de Valentino
"Valentino, asustado, abolló el papel y lo tiró con fuerza al suelo.
Un maullido de dolor se desprendió del bollito blanco y amarillo".













Proyecto completo en valentinosimon.blogspot.com

martes, 3 de septiembre de 2013

Los cuerpos del deseo, presentación en Cuba

Allí anda mi cuento paseándose y siendo leído por ahí.


El jurado del certamen otorgó el primer lugar al cuento “Reloj de una manecilla”, del mexicano residente en Texas Alfredo Ávalos. Entre los escritores antologados en el libro  Los cuerpos del deseo se encuentran las escritoras cubanas  Zulema de la Rúa Fernández con el cuento “Cuando Flaubert se disfraza de Joyce”, y  Yamila Peñalver Rodríguez con “Principiantes (What We Talk About When We Talk About Love)”.
Tomado de: Neo Club Press
15 de noviembre de 2012
Las editoriales miamenses Neo Club Ediciones y Alexandria Library presentan el próximo 21 de diciembre, a las siete de la noche en La Otra Esquina de las Palabras ―Café Demetrio (300 Alhambra Circle, Coral Gables, Miami)―, la antología del cuento erótico Los cuerpos del deseo.
El libro es resultado del concurso homónimo de narrativa erótica convocado el verano pasado en Miami, primero en español en la historia de Estados Unidos, y reúne relatos de treinta autores hispanoamericanos.
Se trata de una selección “proveniente de un concurso (Los Cuerpos del Deseo) que ha descubierto la potencialidad imaginativa de muchas regiones de habla hispana”, apunta Manuel Gayol Mecías, jurado del certamen junto a los también escritores Denis Fortún y Armando Añel, en el prólogo del libro.
“Estamos hablando de un evento cultural histórico”, declaró Idabell Rosales, presidenta de Neo Club Ediciones. “Es la primera vez que editoriales para el público hispano organizan un concurso erótico de esta envergadura en Estados  Unidos”.
“Es importante subrayar que este concurso y su resultado impreso, el libro que se presentará el 21 de diciembre en La Otra Esquina de las Palabras, fueron llevados a cabo sin apoyo institucional o gubernamental alguno, en la mejor tradición empresarial americana”, abundó por su parte Modesto Arocha, presidente de Alexandria Library.
El jurado del certamen otorgó el primer lugar al cuento “Reloj de una manecilla”, del mexicano residente en Texas Alfredo Ávalos
El segundo lugar correspondió al cuento “Suéter verde, falda plisada”, del también mexicano Gerardo Cárdenas Figueroa. El tercer lugar fue otorgado al relato “Mrs. McTavish’s kitchen”, del español Máximo Sancho Pardo.
Integran además la antología las piezas “Los bipolares son promiscuos”, de Marianela Alegre, “211”, de Daykel Angulo Aguilera, “Volver a casa”, de Enrique Aurora, “La mujer digna”, de Maia Blank, “Yo, Yo Mismo y Mi Mismidad”, de David Cabrera López, “Cuando Flaubert se disfraza de Joyce”, de Zulema de la Rúa Fernández, “Urgencia vital”, de Marlon Dariel Dumenigo, “Aromaterapia”, de Zahylis Ferro, “Amy no quería morir”, de Enzzo Hernández Hernández, “A las ocho en el café del parque”, de María Jesús Lombraña Ruiz, “Paca”, de Jorge Martínez García, “Fotografía de encuentro”, de Yovana Martínez Milián, “candy_fantasy”, de Edder Morán, “Chuski”, de Susana Obrero Tejero, “Principiantes (What We Talk About When We Talk About Love)”, de Yamila Peñalver Rodríguez, “Mujeres mojadas”, de Luis Pérez de Castro, “Súplica”, de Amanda Rosa Pérez , “La gran puta”, de Javier Revilla Cuesta,  “Zooterapia”, de Erik S. D., “Años de sequía”, de Chelo Sierra, “De qué hablan los enamorados cuando hablan en la cama”, de Patricia Suárez, “Soledad, el otro y la intrusa”, de Ángel Suso Calvo, “De Legrain, París”, de Jesús Tíscar Jandra, y “Un breve momento y una larga noche”, de Manuel Villaverde.
Más de 500 autores participaron en la primera edición del concurso Los Cuerpos del Deseo, con alrededor de 700 piezas narrativas. Cien de ellos resultaron prefinalistas.
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